Bill Gates, el «filantrocapitalismo» y la conspiración mundial en torno a la covid-19

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El expresidente de Microsoft y actual magnate de la beneficencia ha adquirido una nueva notoriedad desde el inicio de la crisis del coronavirus. Es el valedero principal de la tesis de que no habrá otra salida de la crisis que la vacunación masiva de la población mundial. Esta afirmación – como mínimo dudosa – se ha convertido en la justificación principal de la respuesta institucional: ganar tiempo como sea hasta que haya aparecido la supuesta panacea.

Al mismo tiempo, Gates se ha convertido en uno de los principales enemigos de aquellos que cuestionan el origen del virus y la gestión de la pandemia, acusados por el bloque mediático-institucional de alimentar «teorías de la conspiración». No entraremos a valorar el grado de veracidad de dichas teorías ni discutiremos las ventajas e inconvenientes de las vacunas como tales, peronos parece conveniente echar un vistazo a las actividades y aspiraciones del segundo hombre más rico en el mundo.

Actividades que van desde la obtención de beneficios multimillonarios exentos de impuestos, pasando por la creación de numerosas entidades público-privadas -muchas de ellas centradas en la promoción del uso de la biotecnología y la modificación genética de plantas y seres vivos-, hasta la instrumentalización de la Organización Mundial de la Salud y de la Unión Europea para sus objetivos, tanto a nivel general como en relación con la covid-19.

Las líneas que siguen no son más que una primera aproximación al emporio de los Gates. Un análisis más pormenorizado llenaría libros enteros.

Cómo transformarse en filántropo

Gates amasó su ingente fortuna a partir de la salida a bolsa de Microsoft a finales de los años ochenta, cuando mantuvo en su poder el 45 % del capital social emitido, a razón de un dólar por acción. En 2000 se desprendió de acciones por un valor total de 2.000 millones de dólares. Para entonces, cada una de sus acciones cotizaba a 60 dólares. En poco más de diez años, el valor de sus acciones se había multiplicado por sesenta, y su participación seguía siendo tan importante que hasta 2014 fue el principal accionista de la sociedad.

Como pasa con todas las grandes transnacionales, la historia de la empresa de Gates no se caracterizaba únicamente por una sucesión de innovaciones técnicas y éxitos comerciales. También formaban parte intrínseca de su trayectoria un estilo de dirección dictatorial y agresivo, así como la externalización de los segmentos menos valorizados de la producción, la evasión masiva de impuestos y las estrategias de eliminación de la competencia con el objetivo de aumentar los precios y las tasas de ganancias. En más de una ocasión Microsoft ha tenido que pagar multas millonarias por actividades contrarias a las leyes de competencia, especialmente en Europa, pero ninguna sanción ha sido suficiente para que el empresario cambiara de estilo.

A la vista de esas prácticas empresariales, podría resultar sorprendente que al inicio del nuevo milenio Gates invirtiese los beneficios de la venta de sus acciones en la recién creada Bill & Melinda Gates Foundation. ¿Se habría arrepentido de sus malas prácticas quien por aquel entonces era el hombre más rico del mundo? ¿Lo animaría su conciencia protestante a seguir el ejemplo de Saulo?

La historia de Microsoft no se caracteriza únicamente por una sucesión de éxitos comerciales

Más bien lo contrario. Se trataba, y se trata, de mantener las mismas prácticas, pero con otros medios. Para empezar, los fondos destinados o donados a una fundación están exentos de impuestos, de tal manera que los 2.000 millones de dólares ingresados por Gates con la venta de sus acciones no han tenido prácticamente ninguna repercusión en las arcas del Estado. Lo mismo ocurre con las donaciones multimillonarias realizadas a la fundación a partir de entonces. Por otra parte, resulta interesante señalar que en algunos casos es posible dedicar hasta la tercera parte de los ingresos de una fundación a la «manutención» del patrono y su familia, dato que relativiza bastante la afirmación de Gates según la cual se propone dejar en herencia el 95 % de su fortuna a la fundación familiar. Según la legislación federal estadounidense, para que una fundación esté exenta del pago de impuestos, basta con que dedique anualmente el 5 % de su patrimonio a actividades consideradas benéficas.

Pero son más los factores que convierten las fundaciones filantrópicas en una inversión lucrativa para los ricos. Una de ellas es la absoluta libertad de los patronos para hacer y deshacer, normalmente sin ninguna clase de control, ya que las obligaciones legales de transparencia son muy reducidas. Esta circunstancia convierte las fundaciones en un mecanismo muy apreciado de lavado de dinero. Sin embargo, parece que los Gates no necesitan recurrir a estas prácticas en su fundación, porque han encontrado unos filones tan lucrativos que pueden hacer gala de transparencia en sus actividades.

Y por último, estamos ante una práctica muy recurrente (inherente al capitalismo neoliberal y heredada, de hecho, del liberalismo clásico), que consiste en sustituir los derechos colectivos (conseguidos en su mayor parte tras siglos de luchas) y las garantías constitucionales por actos de caridad individual que pretenden transformar al explotador en salvador del mundo. Pero el asunto va más allá: en la mayoría de las fundaciones pertenecientes a las grandes fortunas, el barniz de humanitarismo esconde objetivos estratégicos de largo plazo. Para conseguir esos objetivos, los patronos asumen pérdidas a corto plazo, en aras de beneficios futuros para el sistema en su conjunto.

Gates es el campeón de esta estrategia, siempre en busca de necesidades humanas que puedan abrir nuevos segmentos a las relaciones de mercado. Debido al gran desarrollo y a la omnipresente penetración del capitalismo global, casi todos estos los segmentos tienen que ver directamente con la reproducción humana. ¡En algunos casos, se pretende incluso modificar la misma constitución del ser humano con el objetivo de aumentar su funcionalidad para las necesidades del capital!

En definitiva, la filantropía está a la orden del día en las sociedades del capitalismo avanzado con sus instituciones públicas dejadas a la merced de los intereses del capital financiero. Mark Zuckerberg que hace unos años anunció con grandilocuencia que él y su mujer iban a eliminar las enfermedades del mundo, es otro ejemplo de esta nueva moda entre los multimillonarios gringos del sector high-tech.

Las fortunas de Gates

Entre 1995 y 2017 Bill Gates lideraba la lista de las personas más ricas del mundo. Entre 2009 y 2014 su fortuna se duplicó, al pasar de 40.000 millones a 80.000 millones de dólares. En 2017 fue desplazado del primer puesto por el propietario de Amazon, Jeff Bezos. No hay datos exactos sobre el patrimonio actual de Gates, pero se calcula que entre 2017 y agosto de 2020 su fortuna pasó de 90.000 millones a 113.700 millones de dólares. O sea, nuestro gran benefactor se ha embolsado 23.700 millones de dólares en tres años, ¡en plena actividad filantrópica!

La filantropía está a la orden del día en las sociedades del capitalismo avanzado con sus instituciones públicas dejadas a la merced de los intereses del capitalismo financiero

Hay poca información pública sobre la composición actual del patrimonio del magnate. Por esta razón se ignora la relación entre las actividades de la fundación y ese descomunal aumento de su fortuna personal. En la lista de beneficiarios de las donaciones, publicada por la misma fundación en una buena jugada de marketing, se puede ver que colabora con los mayores grupos farmacéuticos del mundo. No se ha podido demostrar la existencia de una participación directa de Gates en esas ni en otras empresas apoyadas por la fundación. Sin embargo, teniendo en cuenta que Gates tiene mucha experiencia en la evasión de impuestos y en el empleo de testaferros desde sus tiempos de presidente de Microsoft, realmente sería muy extraño que no tuviera algún tipo de inversión indirecta en esas sociedades. Pues, en definitiva, es él quien decide a qué farmacéutica dará dinero para que pueda rebajar los precios (normalmente desorbitados) de sus vacunas, anticonceptivos o medicamentos y venderlos de esa manera a los países más pobres del mundo por un precio reducido, sin renunciar a sus beneficios o incluso aumentándolos.

Se sabe, por ejemplo, que en 2010 compró 500.000 acciones de Monsanto (sociedad adquirida posteriormente por Bayer) por valor de 23 millones de dólares. También ha trascendido que aún conserva el 1,5 % de las acciones de Microsoft por valor de unos 15.000 millones de dólares y que tiene una participación del 49 % en la cadena de hoteles de lujo Four Seasons, así como acciones de Coca Cola, Exxon, Shell y BP, ahora o en el pasado reciente. Además es cofundador de una empresa dedicada a la tecnología nuclear y propietario del think tank bgC3, una mezcla de centro de investigación, incubadora de empresas y fondo de capital riesgo, que se dedica principalmente a las nuevas tecnologías. Con Airbus y una de las mayores tenedoras de patentes de Estados Unidos, ha creado una empresa para construir satélites destinados a la órbita terrestre baja, desde donde se dedicaría a radiografiar la tierra con supuestos objetivos conservacionistas. Asimismo es accionista mayoritario de Ecolab, una empresa cuyas actividades comerciales responden a una de las grandes preocupaciones del magnate: ¿qué soluciones técnicas podrían permitir la supervivencia e incluso la expansión del capitalismo industrial y la agroindustria, sin que deje de haber un volumen suficiente de agua limpia en el planeta? Para demostrar que es posible producir agua potable a partir de heces, el mismo Gates bebió una muestra con aparente deleite, en el marco de un acto de promoción de la empresa.

La Bill & Melinda Gates Foundation

La fundación se dedicó en sus inicios casi exclusivamente a la distribución de vacunas y anticonceptivos en los países del Sur global, así como a acciones puntuales contra la extrema pobreza. En 2006 se convirtió en la mayor fundación privada del mundo, tras la incorporación de Warren Buffett, el sexto hombre más rico del mundo, que aportó unos 10.000 millones de dólares en varios plazos. Sin embargo, el propietario del holding Berkshire Hathaway1 condicionó el desembolso a un aumento sustancial del capital social de la fundación. Debido a estos aportes y a los beneficios cosechados con sus acciones y otras participaciones, a 31 de diciembre de 2019, la fundación poseía un patrimonio neto de 43.400 millones de dólares.2

Con la incorporación de Buffett, se amplió el abanico de intervenciones de la fundación, de tal manera que su actividad se divide actualmente en cuatro «programas» diferentes: desarrollo global, salud global, política global y «abogacía», todos ellos dedicados a los países del Sur global, así como un programa dedicado a los Estados Unidos. El programa sanitario continúa siendo el que más fondos recibe.

Entre 2017 y 2020, estando en plena actividad filantrópica, Gates aumentó su fortuna personal en 23.700 millones de dólares

La entrada de Warren Buffett también implicó una reorganización de la estructura empresarial. Por una parte, se constituyó el Bill & Melinda Gates Foundation Trust, que se alimenta de donaciones del matrimonio Gates, así como de aportaciones de Warren Buffett. En marzo de 2020, el valor de su cartera de acciones ascendía a un total de unos 49.000 millones de dólares. En la cartera del trust figuran sobre todo empresas de rentabilidad asegurada, en su mayoría hegemónicas en su segmento de actividad como es el caso de Walmart, UPS, Coca Cola, Carterpillar, Amazon, etcétera. Pero también forman parte de la cartera, por ejemplo, acciones por valor de 2,2 millones de dólares del GEO Group, importante consorcio de prisiones privadas, tristemente famoso por la explotación y la brutal represión de presos e inmigrantes. Además llama la atención el número elevado de ventas de derivados financieros.

El tipo impositivo que paga esta cartera: cero. Los únicos que deciden sobre los usos y destinos de las inversiones y los «intereses benéficos» son los Gates y Warren Buffett.

La filantropía catalizada

Desde el principio, Gates y compañía concibieron la fundación como una inversión de la que era preciso extraer beneficios. Por lo tanto, las actividades se tienen que regir por criterios de eficacia, crecimiento constante de la empresa filantrópica y otros requisitos de gestión empresarial y de mercado. Por regla general, sus proyectos «benéficos» han de tener resultados medibles y producir consecuencias inmediatas. Además, deben ser actividades que permitan a la misma fundación captar un máximo de donaciones. El fomento masivo de campañas puntuales de vacunación y donación de medicamentos en los países del Sur global son el ejemplo más claro –y más utilizado– de esta estrategia. En la inmensa mayoría de los casos, la atención focalizada en estas campañas va en detrimento de inversiones de máxima urgencia en los países más empobrecidos del planeta, como la mejora esencial de sus sistemas de salud pública.

Pondremos solamente dos ejemplos de sendos países del Sur global donde la Gates Foundation despliega numerosas actividades. Según datos del Banco Mundial (y después de décadas de programas de ajuste estructural promovidos precisamente por esta institución), Bangladesh con 164,7 millones de habitantes gasta el 0,4 % del PIB, es decir 1.156 millones de dólares, en su sanidad pública; mientras que Tanzania dedica 909 millones de dólares anuales (el 1,6 % del PIB) para atender a sus 56 millones de habitantes. Si tuviese una pizca de verdad el lema central de la fundación: All lives have equal value / we are impatient optimists to reduce inequity (Todas las vidas tienen el mismo valor / somos optimistas impacientes en la reducción de la desigualdad), no les costaría nada dedicar parte de sus recursos a proyectos de salud comunitaria, que son muy eficientes y mucho más baratos.

Desde el principio, Gates y compañía concibieron la fundación como una inversión de la que era preciso extraer beneficios

El problema es que este tipo de donaciones no solo no ofrecen ningún retorno económico a los donantes, sino que además empoderían a la gente. Tampoco sirven para la publicidad, al contrario que las numerosas fotos del smart Bill y la linda Melinda rodeados de madres africanas con sus bebés salvados de hipotéticos casos de polio o de tuberculosis, gracias a las vacunas donadas por los magnánimos multimillonarios blancos.3 De hecho, es bastante frecuente que los proyectos financiados por la fundación de los Gates provoquen, a sabiendas o indirectamente, un debilitamiento adicional de los precarios servicios públicos básicos, especialmente en sanidad y educación.

Los proyectos con resultados a medio plazo solo interesan cuando son susceptibles de producir transformaciones convenientes desde el punto de vista económico e ideológico. Esto pasa, por ejemplo, con la investigación y el desarrollo agrícolas. Durante la última década, la fundación ha invertido más de 3.000 millones de dólares en este tipo de investigaciones siendo en la actualidad su mayor financiador a nivel mundial. La Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA), fundada en 2006 conjuntamente con la Rockefeller Foundation, es el proyecto más importante de estas características. Su objetivo: multiplicar la producción agrícola con ayuda de semillas transgénicas, fertilizantes industriales y pesticidas. Y todo ello a pesar de la resistencia de los campesinos afectados y de numerosas ONG que denuncian con insistencia los graves daños ecológicos y el brutal éxodo rural que causa el fomento de la agroindustria. En este enlace hay más información sobre las prácticas y resultados nefastos de esa «revolución verde».

Según la ONG Agra-Watch4, la fundación donó en su momento más de 100 millones de dólares a organizaciones vinculadas a Monsanto. En la actualidad, un ex alto cargo de Monsanto, un tal Robert Hosch, figura como director adjunto de desarrollo agrícola de la Gates Foundation.

La Fundación no solo se dedica a promover la manipulación genética de semillas, también apunta a la modificación genética de organismos vivos. Los ejemplos más conocidos son los proyectos de Gene Drive y la asociación público-privada Target Malaria dedicada a desarrollar tecnologías genéticas, ¡para modificar el ADN de los mosquitos y eliminar de este modo la malaria! Aparte de la fundación de los Gates y otras fundaciones de filántropos de su condición, forman parte de Target Malaria una empresa que ostenta la patente mundial sobre un fármaco obtenido de la Artemisa así como organismos de la Unión Europea, el gobierno de Inglaterra y otras entidades gubernamentales. Este hecho es toda una declaración de intenciones de las instituciones públicas a favor de la modificación genética de seres vivos.

La Fundación no solo se dedica a promover la manipulación genética de semillas, también apunta a la modificación genética de organismos vivos.

Las oportunidades que ofrece la digitalización es otro de los ejes centrales de la Fundación, cuyo interés principal se centra actualmente en la creación de una identidad digital global basada en la tecnología biométrica y almacenada en una nube de datos no estatal. El mayor vehículo para promover esta tecnología se llama ID2020 (Digital Identity Alliance), entidad creada en 2018 por dos sociedades relacionadas con Gates (Microsoft y GAVI), en colaboración con la Rockefeller Foundation y dos empresas más. La alianza cuenta con el apoyo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), gracias a la influencia de Gates y la retórica propia de sus empresas. ID2020 se dedica, pues, a generar aceptación social para esta tecnología controvertida, a través de la financiación de proyectos humanitarios, proyectos que sirven también como campos de prueba a gran escala. Entre otras cosas, se está experimentando su aplicación práctica en un campo de refugiados en Tailandia, así como en el marco de un programa de vacunación masiva en Bangladesh promovida por la misma Gates Foundation. ID2020 está en el origen del bulo paranoico (impulsada por la extrema derecha) de que Gates nos quiere implantar un chip a todos y todas.

Ante la profusión de voces críticas, la fundación invierte bastantes recursos en cultivar una buena imagen corporativa. Para ello suele recurrir a donaciones aparentemente desinteresadas a grandes medios de comunicación, como es el caso de las revistas semanales más importantes de Alemania, Der Spiegel y Die Zeit, que últimamente recibieron sendas aportaciones millonarias de la Fundación Gates. En una investigación independiente procedente del mismo país se constata: «Gracias a una combinación estratégica de promoción económica de trabajos de investigación, como por ejemplo del Grupo Consultor para la Investigación Agraria Internacional (CGIAR), y de publicaciones científicas y de foros como el Independent Leaders Group on Global Agricultural, la Fundación Gates se ha posicionado con mucho éxito en el centro de una “comunidad epistémica” que aboga por soluciones técnicas basadas en estrategias de mercado para los problemas del hambre y la malnutrición en el Sur global»

Tal como explica el consejero delegado de la Fundación, Mark Suzman, nos encontramos ante la «filantropía catalizada», un término acuñado por Gates: «Se trata de que organizaciones como la fundación se conviertan en inversoras. Las ganancias obtenidas con la cartera de acciones –por regla general entre 2.000 y 5.000 millones de dólares anuales– se utilizan para financiar proyectos caritativos.»

Para redondear este cuadro, veamos brevemente la «cartera de inversiones» de la fundación, donde figuran numerosas empresas que actúan en sectores relacionados con los objetivos estratégicos de la sociedad de los Gates. Llama la atención que esta filantropía sirva de tapadera para promover tecnologías y campos de investigación muy criticados por la opinión pública de los países más industrializados, como son la amplia cartera de empresas e inversiones dedicadas a la biotecnología (incluidos laboratorios que investigan sobre el genoma humano) y a la modificación genética de semillas, así como a empresas informáticas orientadas al desarrollo de software para la recopilación masiva de datos personales o a la creación de la mencionada identidad digital. Un gran número de estas empresas –muchas de ellas startups– tienen su sede en países asiáticos y africanos, cuyas sociedades devastadas por décadas de neocolonialismo no son capaces de ofrecer resistencia a unas prácticas que no podrían llevarse a cabo en el Norte.

Numerosas empresas financiadas por la Fundación están ubicadas en el Sur global donde se dedican a tecnologías y campos de investigación rechazados y/o prohibidos en el Norte.

También son significativas las donaciones millonarias a los mayores grupos farmacéuticos del mundo, entre ellos GlaxoSmitKline, Sanofi, Pfizer, Novartis, Merck y Bayer, mayoritariamente con el argumento de reducir el precio de venta al público de sus vacunas y medicamentos para que se puedan vender en el «tercer mundo». Tampoco será casual que el responsable de la sección Global Health, un tal Trevor Mundel, haya ocupado cargos importantes en las transnacionales farmacéuticas Novartis y Pfizer.

La fundación, además, ha aprovechado su inmensa capacidad financiera para crear numerosas sociedades público-privadas, mediante las cuales consigue desvirtuar las entidades interestatales creadas por las Naciones Unidas e impedir estrategias de desarrollo más integrales. La situación actual de la Organización Mundial de la Salud (OMS) es quizás el mejor ejemplo de las consecuencias de esta estrategia.

La Bill & Melinda Gates Foundation y la Organización Mundial de la Salud (OMS)

«Gates controla la OMS», es una de las denuncias más recurrentes en los círculos críticos con el relato oficial del coronavirus. Efectivamente, Gates es su mayor donante: controla el 20 % de esta institución supranacional, si se suma a su cuota del 12 %5 el 8 % que ostenta la «Alianza para la Vacunación» (GAVI), creada por su fundación. En la actualidad el 80 % de las aportaciones proceden de donantes privados. A finales de los años 90, las proporciones se mantenían aún a la inversa: el 80 % de los recursos de la OMS provenían de las aportaciones obligatorias de sus 194 Estados miembros, mientras que el 20 % procedía de donaciones. A ello se añade el hecho de que son los donantes quienes determinan el uso y destino de sus aportaciones voluntarias. Si además tenemos en cuenta que entre los donantes figuran numerosas farmacéuticas y otros representantes del «filantrocapitalismo» que persiguen objetivos parecidos a los Gates, la mencionada denuncia resulta bastante justificada.

Desde su creación, la Gates Foundation está interviniendo con sus recursos en la OMS con el objetivo central de extender las vacunas por los países más pobres del mundo abogando por ejemplo por la vacunación masiva de niños contra la polio, un virus que solo ha sobrevivido en los países más depauperados del mundo. Según sus propias informaciones han vacunado unos 760 millones de niños durante los últimos veinte años, lo que suponía una inversión de 4.000 millones de dólares. Las vacunas contra la malaria y la tuberculosis son otros dos focos de sus inversiones que garantizan mucha repercusión pública y se pueden implementan sin necesidad de crear infraestructuras sanitarias de calidad. Muy poco les importa que estas campañas masivas provoquen una sobrecarga adicional del escaso personal sanitario local e impidan la atención de otras enfermedades más urgentes. Por ejemplo, a algunos de los 2.000 niños que mueren cada día de diarrea causada por la ingestión de agua contaminada, en muchos casos a consecuencia de una las múltiples actividades tóxicas del capitalismo global.

En 2010, Gates –en colaboración con la OMS y UNICEF– anunció ante la asamblea general de la OMS la década de la vacunación. Su objetivo: asegurar la vacunación integral de todos los niños del mundo para 2020. No lo consiguieron, pero viendo estas pretensiones se entiende el porqué de la creciente criminalización de las personas que no ven que la vacunación general (y obligatoria) sea ninguna panacea.

Los máximos responsables de la Unión Europea delegan en la Fundación de Gates la articulación de la estrategia de vacunación de la población mundial

La impaciencia por fabricar nuevas vacunas también les ha creado algún pequeño disgusto a las empresas y laboratorios financiados por Gates. Por ejemplo, en la India cuando en 2014 ensayaron prematuramente la controvertida vacuna contra el virus del papiloma humano sin informar a las madres y las hijas de posibles efectos secundarios. El resultado: cinco niñas muertas y un gran número de vacunadas con efectos secundarios severos. Pero este pequeño incidente no impidió la distribución de la vacuna por todo el mundo, acompañada de una campaña de miedo para conseguir la vacunación masiva de las adolescentes. Algo parecido pasó con una inyección anticonceptiva desarrollada con fondos de la fundación que tuvo como efecto secundario la esterilidad de por vida. Hubo tantas mujeres afectadas que se extendió la sospecha de que se trataba de un efecto deseado.

La Alianza para la vacunación (GAVI)

La asociación es una alianza entre el sector público y privado, fundada en 2000 por Gates, que aportó el capital inicial de 750 millones de dólares. La entidad tiene su sede en Ginebra y participa en la asamblea general de la OMS con estatus de observadora. Estamos ante un nuevo tipo de colaboración público-privada. El promotor no es una institución pública sino un «filántropo» privado, que reúne en una sola asociación a gobiernos de países de todo el mundo, el Banco Mundial, la OMS, UNICEF, ONG, grupos farmacéuticas como Pfizer y Sanofi, institutos de investigación y otros donantes privados. Sus objetivos: el fomento de programas de vacunación en países pobres, el desarrollo de vacunas y la financiación de programas de vacunación.

La organización Médicos Sin Fronteras denuncia que GAVI refuerza el poder de los grandes grupos farmacéuticos, ya que rentabiliza sus inversiones al comprarles vacunas a precios inflados. Son los mismos grupos empresariales cuyas patentes sobre medicamentos vitales impiden que los países más pobres puedan producirlos a un precio asequible. Gates, en sus tiempos de presidente de Microsoft, destacó por ser un férreo defensor del endurecimiento de las leyes de la propiedad intelectual.

GAVI es un claro ejemplo de cómo los Gates, gracias a sus estrechas relaciones con los máximos responsables políticos occidentales, consiguen recursos públicos para sus actividades. Entre 2000 y 2015, la fundación aportó 2.550 millones de dólares, con lo que se convirtió en el donante principal, cubriendo el 20 % del presupuesto de la entidad público-privada. Al supeditar la financiación adicional al hecho de que sus socios también aportasen fondos, consiguieron por ejemplo que países como Alemania aprobaran una inyección de 120 millones de dólares anuales entre 2015 y 2020, una suma que cuadruplica las aportaciones obligatorias anuales de Alemania a la OMS.

En definitiva, los Gates consiguieron a través de GAVI importantes socios para satisfacer su obsesión por las vacunas. La Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI) es otra alianza público-privada cofundada y ampliamente financiada por la Gates Foundation. La entidad nacida en el marco del Foro Económico Mundial de 2016 pretende crear una red de investigación y desarrollo de nuevas vacunas.

Coronavirus Global Response

La pandemia ha dado un nuevo y sorprendente impulso a las alianzas público-privadas de Gates, gracias a una conferencia de donantes (con concierto benéfico incluido) organizada el 27 de junio de 2020 por la presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, en colaboración con –y seguramente a instancias de– la fundación de los Gates. En muy poco tiempo consiguieron recaudar unos 15.900 millones de euros en su gran mayoría procedentes de fuentes públicas, con el objetivo de «apoyar el desarrollo de terapias, técnicas diagnósticas y vacunas eficaces contra el coronavirus, así como asegurar su reparto equitativo».

La filantropía sirve a Gates y a otros de su condición para ofrecer nuevos campos de acción y acumulación al capitalismo, el sistema al que deben su existencia

A petición del Global Preparedness Monitoring Board (GPMB) –una consultora para casos de emergencia constituida por la OMS y el Banco Mundial, y con la Bill & Melinda Gates Foundation entre sus principales donantes–, se destinaron 7.400 millones de euros a GAVI, CEPI y dos alianzas público-privadas más, también con-fundadas por los Gates. ¡Y los únicos que deciden sobre el reparto y el destino de las donaciones son justamente estas cuatro organizaciones, más la OMS y la Bill & Melinda Gates Foundation!

De esta manera, los máximos responsables de la Unión Europea delegan en esta alianza público-privada completamente atravesada por los intereses de Gates la articulación de la estrategia de vacunación (preferentemente obligatoria) de la población mundial. Es un nuevo salto en el empoderamiento de los protagonistas del filantrocapitalismo: dar a los más ricos del mundo carta blanca para tomar las decisiones del ámbito público que las instituciones públicas no pueden asumir por falta de recursos. En este sentido, los Gates ya llevan años acaparando protagonismos en las asambleas generales de la OMS y otras entidades integradas en las Naciones Uniones, lo mismo que en el encuentro anual del Foro Económico Mundial de Davos.

La filantropía frente a los pobres y enfermos del Sur global les sirve a los Gates y a otros de su misma condición para mantener y aumentar su poder, limpiar su mala conciencia y, sobre todo, ofrecer nuevos campos de acción y acumulación al capitalismo, el sistema al que deben su existencia.

Esta estrategia desplegada con ayuda de las instituciones «públicas» es la auténtica conspiración.

Para mí, la pobreza global es una cuestión humanitaria. La gente se está muriendo y podemos salvarla, y esto debería ser suficiente.” (Lema del padre de Bill Gates y cocreador de su Fundación)

1 Que entre muchas otras cosas, ostenta el 49 % de las acciones de Apple, el 20 % de Coca Cola y el 13 % de American Express, así como el 20% de la sociedad de evaluación de riesgos Moody’s.

2 Para hacerse una idea de la magnitud de este patrimonio: en los presupuestos generales del Estado español de 2019 se destinaron 4.251 millones a la Sanidad y 2.541 mil millones de euros a la Educación.

3Se sobreentiende que nadie mostrará el jet privado con el que los Gates emitieron 1.600 toneladas de dióxido de carbono en 2017, al recorrer 213.130 millas en 59 vuelos benéficos, de acuerdo con un estudio de la Universidad de Lund.

4Entre muchas otras informaciones, esta ONG de Seattle, ofrece esta columna con numerosos artículos sobre el filantrocapitalismo. https://cagj.org/resources-philanthrocapitalism-and-social-justice-giving/

5 Correspondiente a 530 millones de dólares que, a su vez, equivale más o menos a la mitad de lo que donan las otras fundaciones privadas.

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