Las principales empresas responsables del calentamiento global

De acuerdo con el informe de la entidad The Carbon Majors Database, de 2017, tan solo 100 empresas producen el 71 % de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) desde 1988. La lista fue elaborada básicamente a partir de los datos oficiales de las mismas empresas, lo que hace suponer que las cifras reales son mayores.

Las diez empresas que más contribuyen al calentamiento global son:

  • 1. China Coal 14,3 %, 2. Saudi Aramco 4,5 %, 3. Gazprom OAO 3,9 %, 4. National Iranian Oil Co 2,3 %, 5. ExxonMobil Corp 2,0 %, 6. Coal India 1,9 %, 7. Petróleos Mexicanos 1,9 %, 8. Russia Coal 1,9 %, 9. Royal Dutch Shell PLC 1,7 %, 10. China National Petroleum Corp 1,6 %

Los cinco primeros producen el 25 % de las emisiones mundiales. De ellos, ExxonMobil es el único consorcio privado, el resto pertenece a Estados que destacan por su carácter autoritario/totalitario. Este hecho aumenta considerablemente la opacidad de sus negocios y despierta muchas dudas sobre el alcance real de su nocividad. Lo mismo vale para el presunto volumen de sus reservas. Todos estos Estados han firmado los protocolos de Kioto y los acuerdos de París. Ahora se dedican a frenar la aplicación de los acuerdos desde dentro.

China Coal es un conglomerado de empresas estatales que cotiza en bolsa. China es el mayor productor y consumidor mundial de carbón y, por tanto, el máximo emisor de GEI. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el país tiene unos 1.400 millones de habitantes. Habiendo ratificado los acuerdos de París, alcanzó sus objetivos de emisión de CO2 ya en 2017, con tres años de antelación.

Al parecer las autoridades chinas consideraron haber hecho de más porque en 2018 aumentaron las emisiones en el 2,6 % para llegar a la cifra de unas 1.760 millones de toneladas, mientras que multiplicaron por cinco las autorizaciones de abertura de nuevas minas de carbón.

Gazprom es uno de los principales productores mundiales de gas natural y controla numerosos yacimientos de petróleo. Lleva años haciendo perforaciones en el Ártico y es uno de los principales interesados en el deshielo del Polo Norte. Está controlada por el Estado pero gestionada como una empresa privada. Es la mayor compañía rusa que cotiza en bolsa.

National Iranian Oil, de propiedad estatal, es la segunda compañía petrolera más grande del mundo y enemiga mortal de Arabia Saudita. Ostenta unas capacidades de producción diaria de cuatro millones de barriles de crudo y de más de 750 millones de metros cúbicos de gas natural. Tiene numerosas empresas subsidiarias y algunas participaciones en proyectos internacionales de extracción. Al igual que las otras compañías petroleras está buscando constantemente nuevos yacimientos porque sus reservas se están reduciendo considerablemente.

ExxonMobil, la única empresa privada de este club selecto, tiene una historia repleta de atropellos ambientales, políticos y sociales. Con una facturación de 290.200 mil millones de dólares y unos beneficios de 10.800 millones ocupa la octava plaza en el ranking de Forbes (2019) de las mayores empresas del mundo. De acuerdo con un estudio publicado en octubre de 2019 por The Guardian, desde 1965 Exxon ha emitido 41.900 millones de toneladas de equivalente de CO₂ ocupando el cuarto lugar de los mayores emisores de dióxido de carbono por detrás de Aramco, Chevron y Gazprom.

Considerada la empresa más rentable de los Estados Unidos, está en manos de fondos de inversión e inversores institucionales, ninguno de los cuales tiene una participación superior al 4 %. En el Estado Español, su marca comercial, Esso y Mobil, solo comercializa lubricantes y su única planta de fabricación se encuentra en Gavà.

Entre 1997 y 2015 ExxonMobil ha invertido 34 millones de dólares en la financiación de asociaciones y científicos que niegan la existencia del calentamiento global. En 2009 fue el patrocinador principal de una campaña de lobbys contra una nueva ley de protección del clima elaborada por el gobierno de Obama. Una investigación publicada en 2015 reveló que ExxonMobil conocía desde 1975 la relación entre la combustión de materias fósiles y el calentamiento global. El que fue presidente ejecutivo de ExxonMobil, Rex Tillerson, abandonó en 2017 su cargo para convertirse en el ministro de exteriores del gobierno de Trump.

La empresa se ha hecho un nombre por haber fomentado guerras civiles, por destrozar las condiciones de supervivencia de comunidades que viven en zonas afectadas por sus extracciones y por colaborar con dictaduras. Además, ha causado numerosos accidentes muy contaminantes y destaca por su profusa aplicación del fracking. Tiene pendiente varios juicios por sus prácticas negacionistas del cambio climático.

Saudi Aramco – El peor de todos

Esta empresa estatal está en manos del príncipe heredero Mohamed bin Salman, quien, junto con Trump en EEUU y Bolsonaro en Brasil, forma la trinidad de los grandes negacionistas del calentamiento global.

Aramco extrae el 10 % del crudo mundial en 212 plataformas petroleras y gestiona unas reservas de gas de 8,2 billones de metros cúbicos. En 2016 su presidente ejecutivo, Armin Nasser, afirmó que tenían planes de duplicar estas cifras en diez años. Con unos beneficios netos de 111.000 millones de dólares, fue la compañía más rentable del mundo en 2018. Contribuye de forma muy sustancial a los ingresos presupuestarios de este Estado totalitario y misógino por excelencia.

Una parte importante de estos ingresos sirve para sostener el suntuoso estilo de vida de los miles de príncipes de la vasta dinastía dominante. Entre ellos figura un tal Turki bin Nasser, propietario de casi doscientos coches de época, un jet privado valorado en más de veinte millones euros, un yate de lujo así como suntuosas propiedades en Londres, Riad y Dahran. En Barcelona, posee, entre otros inmuebles, el llamado complejo real compuesto del Hotel Rey Juan Carlos I y del Palau de Congressos de Catalunya.

Aramco, por su parte, es el máximo emisor mundial de GEI en el ámbito de extracción de petróleo y gas natural. Según un estudio reciente publicado por The Guardian, desde 1965 Aramco ha emitido 56.290 millones de toneladas de equivalente de CO₂. Se calcula que a nivel global hay unos 1.400 millones de toneladas de CO₂ acumuladas en la atmósfera entre 0 y 15 km sobre el nivel del mar. No sabemos si hay datos sobre la incidencia real de estas emisiones si se producen en un desierto sin plantas capaces de absorber ni siquiera una minúscula parte de estas emisiones. Lo que sí se sabe es que el becerro de oro de esta monarquía de la peor calaña no ha adoptado ninguna medida de reducción de la contaminación causada por la extracción del petróleo y la elaboración de sus derivados.

El príncipe heredero lleva años anunciando la venta del 10 % del capital social. Esta privatización parcial se debe a la bajada de los ingresos de unas explotaciones cada vez más costosas y el aumento de los gastos militares y “sociales” de un país de tan solo 33 millones de habitantes.

Después de los atentados a las refinerías y campos de crudo del verano de 2019, el príncipe ha vuelto a aplazar la salida a bolsa, esta vez a 2020. De todas maneras ya está todo preparado para lo que se supone que será la mayor salida a bolsa de la historia. De esto se han encargado agencias y entidades financieras del calibre de JP Morgan, Citygroup, Goldmann Sachs o HSBC. Todas ellas con un largo historial delictivo y muy estrechamente ligadas al famoso 1 % de los más ricos del planeta, muy interesados en la adquisición de las futuras acciones.

Tal como se desprende de la primera memoria de la empresa publicada en cumplimiento de los requisitos para poder cotizar en bolsa, el príncipe y sus acompañantes no las tienen todas consigo, ya que esta salida a bolsa forzada por sus dificultades económicas encierra varios peligros. Así lamentan “la creciente atención en los riesgos del cambio climático puede ocasionar una mayor posibilidad de demandas contra la compañía y sus empresas afiliadas”. Y que estas acciones legales podrán acarrear condenas por “supuestos daños pasados y futuros a consecuencia del cambio climático”. También les preocupa que la gente consciente de la relación entre el cambio climático y los combustibles fósiles reduzcan su consumo y se busquen fuentes de energía alternativas.

Las excelentes relaciones entre el reino del desierto y el Reino de España

Quizás para “mitigar” los peligros mencionados, el príncipe adquirió en abril de 2019 el 70 % de la petroquímica Sabic, una de las principales productoras mundiales de plásticos. Lo curioso del asunto no es tanto que lo hiciera en un momento en el que la consciencia sobre la contaminación masiva causada por los plásticos -tanto en su fabricación y desguace, como a causa del aumento exponencial en su uso- hubiera llegado a la conciencia de los mortales comunes, sino que –secreto de la ingeniería financiera de este modernizador de país- compró la empresa de su propio Estado, ya que Sabic es propiedad de Arabia Saudita. La operación se justificó con la necesidad de diversificación de la empresa matriz y el aumento de producción.

Con esta adquisición Aramco se convirtió en la compañía extranjera más potente de la Región de Murcia donde ya se había lucido por ser su abastecedor principal de crudo. Los habitantes de la planta de fabricación de Sabic, un municipio de unos 5.000 habitantes cerca de Cartagena que se llama La Aljorra, no estarán nada contentos con estas perspectivas de aumento de producción porque ya están sufriendo bastante con los desmanes de la antigua Sabic. El caso es que después de una amplia movilización popular desatada por el descubrimiento de que Cartagena triplicaba las tasas de cáncer de la región y en La Aljorra, específicamente, las de cáncer infantil, se detectaron doce metales pesados ilegales en los residuos de incineración. A consecuencia de ello la empresa fue sancionada con 52.000 € (!!) por las “numerosas deficiencias documentales” en relación con el almacenamiento de residuos peligrosos

En abril de 2018, el heredero saudí -artífice de la guerra genocida contra el sur de Yemen, autor intelectual del descuartizamiento del periodista saudita Khashoggi y de muchas otras barbaridades– había aterrizado en Madrid en el marco de una gira por Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Fue recibido con todos los honores por la cúpula del PP y el nuevo monarca del Reino de España y viejo amigo suyo. El caso es que tanto Felipe VI como su padre llevan años manteniendo excelentes relaciones con los padres del saudí.

Desbloquear las negociaciones de construcción de cinco corbetas de guerra entre la empresa pública española Navantia y el ejército saudí fue uno de los resultados más sonados de este encuentro. Finalmente, el 11 de julio de 2018 el príncipe heredero firmó el contrato por un importe de casi 2.000 millones de Euros. Sin embargo, esta entente iba a ir mucho más allá: no solo incluía la venta de 400 bombas de láser en plena guerra contra la población del Yemen del Sur, también sentó las bases para la creación de una empresa militar conjunta de nombre SAMI Navantia Naval Industries, constituida en noviembre de 2018. En octubre de 2018 todos estos acuerdos tuvieron que superar una moción de prohibición de venta de armas a Arabia Saudita presentada por Podemos, PDeCAT y ERC. La moción no prosperó a causa de los votos en contra del PSOE y PP. El mes de diciembre de 2019, se presentó una demanda contra España por los hechos que habían motivado esta moción.

En agosto de 2019, y como colofón del asunto, un tal Esteban García Vilasánchez, que era presidente de Navantia en el momento de la firma del contrato naval, fue fichado por Riad como vicepresidente del nuevo gigante militar SAMI. En esta empresa acompañará a un ex gerente de la mayor empresa militar alemana, un país que, por cierto, sí tiene decretado un embargo de venta de armas a Arabia Saudita. Hay que saber que, bajo el mando de Mohamed bin Salman, el país no solo se ha convertido en el mayor comprador mundial de material militar, sino que su plan de modernización ‘Visión 2030’ también prevé convertir su Reino del Desierto en uno de los mayores fabricantes. Para más inri Arabia Saudita está ocupando este año la presidencia de turno del G20 que – si el coronavirus no lo impide – culminará en noviembre en Riad con la celebración de la cumbre de los jefes de los Estado más ricos del planeta.

El Reino de España será uno de los invitados de honor de este evento selecto, puesto que es uno de los socios predilectos del país árabe: mantiene un intercambio comercial anual en torno a los 5.000 millones de €, en el que la venta de armas tiene un peso muy específico. Según Amnistía Internacional, España es el cuarto mayor exportador de armas a la dictadura saudita. Por otra parte, está aumentando la dependencia del crudo saudita, de manera que el 10 % del combustible que se gasta en el Estado español proviene de este país.

Por más imposible que parezca ¡hay que pararle los pies a este régimen criminal y a los que lo apoyan!

Haría falta impulsar acciones que apunten a un boicot nacional e internacional, quizás empezando con bloquear eventos deportivos que estén relacionados de una forma directa o indirecta con el régimen, ya que el deporte es uno de sus campos predilectos para lavar su cara.

A nivel del Estado español, haría falta iniciar acciones a favor del bloqueo de las ventas de armamento y por la expropiación de las plantas de fabricación/distribución de Saudi Aramco y Sabic en Murcia y su reconversión en instalaciones de utilidad social y ambiental que garanticen unas condiciones dignas para sus plantillas actuales.

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